Castillo de Alquézar (1931)

Como saben, la República se empeñó en poner en marcha un buen proyecto de salvaguarda del “Tesoro Artístico Nacional”, en concreto de todo ese conjunto de bienes artísticos, arqueológicos e históricos que tuvieran más de cien años de antigüedad. Para ello, se emitió un Decreto Ley del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes con fecha de 3 de junio de 1931, que publicó la Gaceta de Madrid del 4 de junio de 1931. Y en ese decreto había dos referencias a la población de Alquézar, a una población que tenía especial atractivo para el archivero don Ricardo del Arco y en la que había habido y habría con el tiempo importantes hombres de la cultura aragonesa.
La primera era la que hacía referencia al castillo de Alquézar, a un monumento que -años después- sería convertido, por el Gobierno de Aragón, en Bien de Interés Cultural en la Orden del 17 de abril del año 2006. Y en esta referencia se dejaba bien clara la diferenciación entre lo que era el castillo y lo que era la colegiata, dejando además notorio que este perfil almenado que rodea el paisaje de este enclave encaramado en lo alto del cerro, de este enclave que señorea el paisaje del río Vero, el paisaje de la historia de la reconquista aragonesa.
Está claro que ese castillo que declararon bien patrimonial de los españoles, era una fortaleza que había tenido sus orígenes en el mundo musulmán, concretamente en el siglo IX cuando un caudillo de estas tierras, señor de los caminos que llevaban de Huesca hacia el Oriente, decidió lanzarse por el camino de la independencia, por el camino de ir construyendo una fortaleza desde la cual podía mantener la presión y el ansia de poder de la poderosa cora musulmana que se intentaba gobernar desde Huesca.
Pero, no sólo intentaba controlar a los musulmanes oscenses, también quería vigilar a los cristianos que estaban estableciéndose en Sobrarbe. Y además, no estaba exenta de instrumentalizarse como arma en las revueltas musulmanas de al-Andalus.
Lo cierto es que en este enclave del Somontano de Barbastro hay muchas cosas que recuerdan al mundo musulmán español, que nada, absolutamente nada tiene que ver con el de los países africanos. El topónimo musulmán Alquézar es árabe y significa fortaleza, todo el pueblo nació a la sombra de esta fortaleza que guarda espacios interesantes en su parte más alta.
Fue dominio de los Banu Jalaf que la levantaron, que fue conquistada por la familia del Banu Qasi que gobernaban las tierras de Zaragoza en el año 893, e incluso sabemos que el propio califa abd al-Rahman III consideró que era conveniente el control de este espacio de comunicación comercial y nombró a su propio hijo gobernador del castillo de Alquézar y de la ciudad de Barbastro.
Todo avocaba a que los gobernantes del reino de Aragón pusieran sus ojos en esta plaza militar, en este castillo de la Barbitania que era tan importante para los musulmanes. Sancho Ramírez la conquistó en 1076 y lo hizo con muchas colaboraciones, incluso con la del abad Banzo del monasterio serrablés de Fanlo que construyó la torre albarrana que todavía se conserva sobre la roca.
Junto a ella, del momento militar quedan algunas torres -como la recia torre cuadrangular que queda en lo más alto del cerro-, la vieja iglesia -de planta cuadrada y cabecera plana- consagrada como capilla real en 1099, cuando quiso el rey Pedro I que junto a sus guarniciones militares estuviera una comunidad agustiniana, lo mismo que en Montearagón? Y por supuesto esa vistosa muralla que da carácter al conjunto.
Por Domingo J. BUESA CONDE, de la Real Academia de la Historia
Artículo aparecido en Suplemento Dominical del 27 de Abril de 2008 del Diaro del Altoaragón

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