Castillo de Montearagón

Castillo de Montearagón (1931)
Estamos hablando de uno de los castillos más famosos de la provincia de Huesca, de un perfil que ha ido convirtiéndose en un símbolo para la cercana ciudad de Huesca. Es bien cierto, que el viejo castillo que nació poderoso para atacar a la ciudad musulmana de Huesca, ha acabado su vida convertido en una ruina decrépita a la que Huesca mira con cariño.
Lo ha tratado muy mal el paso de los siglos, pero sobre todo lo han tratado muy mal los últimos siglos que le ha tocado vivir, incluida la exclaustración de 1835 y el incendio de pocos años después que lo destrozó y dejó como testigos las paredes que se resisten a caer.
Esas mismas paredes, el paisaje que desde él se otea, el importante camino romano que discurre a sus pies, nos hablan todavía de esos momentos de su fundación en los últimos años del siglo XI por voluntad del rey Sancho Ramírez, muy preocupado con dotar a su incipiente estado de esa vieja capital de la llanura que estaba vinculada a los romanos, al tiempo del Imperio romano que era -todavía en ese momento- la mejor referencia para consolidar el poder real. Necesitaba hacerse con Huesca, la Osca de Sartorio, para demostrar a todo el mundo que él era un continuador más del poder romano, de la estirpe que dominó estas tierras porque dominaba al mundo.
Por eso, entre 1086 y 1089 se levantó la fortaleza como el mejor punto de apoyo para la conquista de Huesca, primero por la posibilidad de permitir una guarnición que podía azotar las huertas de la ciudad y cortar los caminos que iban y venían a la vieja ciudad ibera. El castillo tenía altos muros porque englobaba la guarnición militar, la Capilla Real y una comunidad de canónigos agustinianos que iban a convertir el enclave de Montearagón en un recinto religioso-militar que iba a ser puesto bajo la advocación y protección de Jesús Nazareno.
Era como si el rey Sancho quisiera imitar esos espacios de guerreros religiosos que configuraban en el Islam los almorávides, incluso comenzando con el ángulo de la entrada para poder tener mayor seguridad de repeler a cualquier enemigo que se pudiera infiltrar.
El conjunto debió de ser, a juzgar lo que queda, impresionante y creo que deberíamos de hacer un buen esfuerzo todos por recuperarlo. Además últimamente García Omedes, un lujo para esta tierra, ha incorporado nuevas sugerencias, como esa torre albarrana que ha encontrado al noreste del castillo y en la que ha detectado la existencia de un uso para horno de alfarero, pienso que quizás en siglos más modernos. Está claro que estamos en un territorio de gran valor estratégico y económico, con recuerdos de viejos molinos, y con evidencias de que se trate de un cerro poblado desde antaño.
Dice el amigo Antonio García Omedes que “también hay restos de habitaciones en la ladera que mira al sur del cerro. Vestigios de una población en torno a este cerro-testigo, que a buen seguro, dada la proximidad al cauce del río Flumen se ha de remontar a periodos mucho anteriores al que estamos considerando por el castillo de la toma de Huesca. Un estudio arqueológico en profundidad puede aportar muchos datos, y quizá consolidar una atractiva e interesante zona histórica a escasos cinco kilómetros de Huesca”.
Es importante recordar que este castillo fue declarado Monumento Histórico Artístico en el Decreto Ley de del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes con fecha de 3 de junio de 1931; y que se adaptó a la legislación aragonesa por Orden de 17 de abril del año 2006. Pero, sobre todo conviene desear que se hagan realidad los buenos deseos que tan bien defienden los “Amigos del Castillo de Montearagón”.
Por Domingo J. BUESA CONDE, de la Real Academia de la Historia
Artículo publicado el 20 de abril de 2008 en el suplemento dominical del Diario del Altoaragón y escrito por Domingo J. BUESA CONDE, de la Real Academia de la Historia

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